Un día menos para que termine este ajetreado agosto. Ya ha pasado la primera etapa, lo necesitaba, he de decir; sobre todo porque el cansancio físico va haciendo mella y eso se nota emocionalmente.
Llegan días de, relativa, tranquilidad, de reflexión, de descanso, de sosiego o eso espero.
Después de una noche un poco agitada poniendo en orden mis pensamientos, dándome bofetadas por incongruente, por débil, por inestable; es hora de asentarme, ponerme firme (si puedo) y plantarme ante una realidad clara, que luego empiezo a divagar... He vuelto a errar, a engañarme, a montarme películas, a desvirtuar la realidad, a confundir intenciones y acciones y, la culpa no es de nadie, es solo mía.
Cuando uno se enfrenta con un muro y no tiene herramientas para derribarlo, hay dos opciones: o tienes dinero suficiente para comprar y conseguir las herramientas necesarias o decides tomar otro camino para llegar a la meta. Con mis posibilidades y mi economía la mejor opción es explorar otros itinerarios. Eso lo sé desde hace mucho tiempo, pero yo me empeño en chocar una y otra vez contra el muro.
No sabiendo lo que quiero, tengo muy claro lo que no quiero ¡Virgen de la Amargura devuélveme la vida!