martes, 30 de diciembre de 2008

Hasta siempre 2008.

Mañana termina este 2008, con lo que creo que esto será lo último que escriba aquí este año. Con el día de fin de año me ocurre lo mismo que con el día de mi cumpleaños, no es una fecha cualquiera, es especial, por lo menos a mi me hace ilusión. Seguramente sea una tontería y al día siguiente todo continúe como igual, pero me gusta pensar que es un punto de inflexión, el fin de un ciclo y el inicio de otro... no se sabe si mejor o peor, pero con ese bagaje que da haber vivido.
La verdad es que no me da ninguna pena que termine 2008, porque en general no ha sido un año demasiado bueno. No sé por qué los años pares no me van muy bien; con esto no quiero decir que no haya momentos buenos, ¡faltaría más!, pero son años que no. No me queda más que confiar en 2009, año impar y con suma capicúa, ahí es nada (en fin, lo que a uno le da por escribir para animarse, y si la película no me gusta cómo termina pues le vuelvo a echar la culpa a los números, como si los pobres tuvieran algo que ver, y que me disculpen Pitágoras y su gente).
Recordando lo que ha ocurrido a lo largo de 2008, como hace la televisión en estas épocas del año, unas cuantas cosas son destacables: empecé el año despidiéndome del trabajo, para estudiar las oposiciones otra vez y, otra vez, suspendí (si es que las oposiciones estropean todo un año ellas solas); seguí manteniéndome activa con el interminable papeleo y demás de la casa de Vero, que parece que por fin se acaba; desde mayo hasta julio trabajé como profe de lengua en el Sandoval, una experiencia de lo más gratificante, y eso que era todo un enigma lo de aquel programa llamado "Éxito escolar" pero me lo curré un montón y creo, casi sé, que salió bien; en verano volví a ser Quinta, esto sí que me gusta porque me rejuvenece como nada, aunque me han tocado algunos quintos un poquito...digamos pasotas (y ahí lo dejo).

Terminé el verano agotada y dolida por dos cosas que aún hoy arrastro: por aquella desagradable contienda que dividió al pueblo por el tema de la caza, y sobre todo por la cruenta guerra fría que nos ha desunido (como ya he hablado otras veces de ello hoy toca pasar del tema).

Pero sin duda alguna, este año he vivido unas cuantas alegrías. Hemos tenido dos bodas en la cuadrilla, la de David y Miriam en abril y la de Óscar y Laura en octubre, geniales las despedidas de solteras y por supuesto las bodas (este tema merece una entrada aparte, estoy en deuda).

Y desde luego dos alegrías más en el fútbol ¡qué haría yo sin el fútbol!. El Cale por fin dejó constancia de lo que vale, nos clasificamos como primeros de grupo y llegamos donde nunca habíamos llegado; lástima que no pudo ser todo, pero bueno, poco a poco. Inmensa la celebración...

Y el gran momento fue la Eurocopa, nunca había disfrutado tanto pegada a la tele. Fue fantástico vivir aquello, todos en el bar, incluso en la plaza, con la cara pintada, con mil banderas, atónitos frente a la pantalla... Ayer noche vimos Víctor y yo un resumen de los partidos de España y fue inevitable volver a sufrir viendo la tanda de penaltys contra Italia, vibrar con el paso a la semifinal y sobre todo emocionarse con el definitivo gol de Torres en la final contra, ni más ni menos que, Alemania.
Posiblemente todo lo que ha ocurrido en 2008 quede almacenado en la memoria como un leve recuerdo, todo menos aquellos días en los que España ganó Eurocopa. La única que yo he visto, de momento...

viernes, 26 de diciembre de 2008

Mi distimia y yo.

He aquí la explicación... El primer paso, identificar y asumir el problema, ya está dado; el siguiente, como me conozco, creo que tardaré mucho tiempo en darle... si es que le doy algún día. La pista me la dio Gloria, la protagonista de ¿Qué tal cariño? de Santiago Moncada; una obra más que recomendable.

Lo que aquí sigue me parece un artículo interesante, si bien, es puramente teórico, va sin matices y sin anestesia:
"No soporta que lo más mínimo le contrarié? ¿Se enfada por todo?¿Unas veces está abatido y otras no, de forma que sus reacciones son totalmente imprevisibles?¿Se da cuenta de que su comportamiento está haciendo la vida muy difícil a quienes le rodean? Quizás lleve tanto tiempo así que ya muchas personas, e incluso usted mismo, crean que es "su forma de ser? Pero tal vez padezca distimia, un trastorno psicológico muy frecuente para el que hay tratamientos eficaces. Y cuanto antes se ataje, mejores son los resultados. Por ello, los especialistas aconsejan a cualquier persona que se encuentre irritable y con altibajos en su estado de ánimo durante más de tres semanas consecutivas, tanto si conoce los motivos como si no, que acuda a un profesional de la salud o a un psicólogo.

Humor perturbado
Para el doctor Juan Romeu Bes, especialista en Neurología y Psiquiatría, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y facultativo de la Unidad de Psiquiatría de la Clínica Quirón de Barcelona, "un distímico es lo que todos conocemos por una persona amargada". Acostumbra a tener muchos altibajos, es irritable y suele mostrar tendencia a estar triste. Y esto no forma parte de su carácter "porque sí". "Es un trastorno que tiene explicación y se cura", comenta con optimismo.
La distimia, cuya raíz griega hace referencia al "humor perturbado", es un trastorno mental, psicológico o del comportamiento que se recoge en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la American Psychiatric Association de 1989. Según el doctor Romeu, este concepto puede equipararse al de "depresión menor", es decir, se emplea para calificar una alteración del estado de ánimo que tiene síntomas más leves que la depresión mayor y que no son constantes. Pero puede hablarse de personas distímicas, puesto que se trata de una alteración que puede durar semanas, meses o años.
A continuación se expone, con la ayuda de este psiquiatra, un listado de síntomas posibles (no tienen que darse todos) donde se refleja cómo afecta esta enfermedad a las personas que la padecen:
La persona que sufre distimia manifiesta muchos altibajos del estado de ánimo. Sus reacciones son imprevisibles. Algunos días se levanta de buen humor, pero otros parece hacerlo "con el pie izquierdo".
En los momentos "bajos" suele estar irritable, entra en discusiones con facilidad, chilla por nada y hace la vida muy difícil a quienes le rodean.
Un distímico puede o no estar triste, abatido o deprimido. Los individuos pacíficos acusan más la tristeza que la irritabilidad.
Tolera muy mal las frustraciones, soporta mal las contrariedades y, en los momentos bajos, la cosa más pequeña le puede aturdir.
Presenta dificultad para disfrutar plenamente de las cosas positivas de la vida, aunque en sus momentos "altos" dice que puede divertirse y estar feliz.
Puede tender al aislamiento social y denotar menor locuacidad de la habitual.
Puede sufrir insomnio, despertarse varias veces durante la noche y encontrarse cansado por la mañana. También puede presentar disminución o aumento del apetito.
Le cuesta concentrarse y tiene problemas de memoria incluso para actividades lúdicas como ver una película, por ejemplo.
Se agobia con pequeñas dificultades. Tal vez se queje de que las cosas son muy complicadas y de que los contratiempos le superan.
Frecuentemente somatiza su problema. Cefaleas y vértigos, junto a los estados de fatiga crónica, son habituales en los pacientes con distimia.
Aumentan sus manías, sus fobias y su ansiedad obsesiva en los momentos más bajos. Los temas que le preocupan rondan por su cabeza una y otra vez.
Aunque a veces esté claramente depresivo, puede, al cabo de un rato, mostrarse optimista y jovial.
Los manuales hablan de trastorno distímico cuando el estado de ánimo que se describe dura la mayoría del día y la mayor parte de los días durante dos años en adultos y uno en niños. Sin embargo, tanto el doctor Romeu como Andrés López de la Llave, doctor en Psicología y profesor de Metodología de las Ciencias del Comportamiento en la UNED, aconsejan consultar a un profesional de la salud o a un psicólogo a cualquier persona que durante más de tres semanas se encuentre "baja de moral", irritable y con falta de "ganas de vivir", independientemente de que conozca o no los motivos. Porque si se trata de distimia, la opinión es unánime: "El tiempo no lo cura todo; a veces lo cronifica".
Distimia y depresión
En sus inicios, depresión y distimia tienen mucho en común, pero es muy diferente su intensidad y su grado de incapacitación. Las personas con distimia siguen trabajando, "aunque vayan arrastrándose y cada tarea les parezca un mundo", afirma el profesor de la UNED. "Por contra, una persona con depresión, a veces, no puede ni salir a la calle porque se echa a llorar", remarca.
Otra de las diferencias, de acuerdo con Andrés López de la Llave, es que -según él- podría decirse que existen "circunstancias de la vida", aunque no sean identificadas por el propio paciente, que desencadenan esta "depresión leve".
Lo normal es que tras una desgracia familiar, un problema laboral etc. el ánimo se encuentre deprimido y se manifiesten ciertas emociones. Pero, tal y como expresa López de la Llave, "la diferencia entre las respuestas patológicas y las normales radica en su intensidad y en su duración".
En cuanto a las causas de la distimia, este psiquiatra considera que "ninguna depresión es realmente endógena (orgánica, sin aparentes factores desencadenantes) ni reactiva (como respuesta a un incidente)". Es decir, puede fundamentarse en razones objetivas o no, al igual que puede acontecer una predisposición genética, que se considera presente en un 30% de la población que tolera mal la frustración.
Esta frustración - explica el psiquiatra de la Clínica Quirón- no tiene por qué deberse a grandes traumas, puede corresponder a la acumulación de "pequeñas espinas" que irritan y molestan al paciente. Respecto a la importancia de esta depresión menor como enfermedad, Romeu considera que hay que evaluar el malestar que ocasiona en el paciente (insomnio, inseguridad...), en su rendimiento en el trabajo y en su convivencia. Además, las personas con distimia pueden padecer de episodios depresivos severos en algún momento de su vida, por ello algunos autores la consideran una "predepresión".
El origen de la distimia es multifactorial; en ella entran en juego factores genéticos, bioquímicos y psicosociales que, además, interactúan entre ellos. Así lo entiende el doctor Carlos Martín Pérez, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria del Centro de Salud Marquesado de Granada, autor de un estudio epidemiológico sobre esta enfermedad.
Algunos autores apuntan que el número de mujeres que sufren de depresión grave y distimia es el doble que el de los hombres. El estudio del doctor Martín Pérez no halló una diferencia estadísticamente significativa entre hombres y mujeres. La única asociación independiente detectada en su investigación fue la "presencia de un apoyo social bajo, el haber sufrido un acontecimiento vital estresante grave y tener una autopercepción mala de la propia salud".
A pesar de su capacidad perturbadora, la distimia no presenta normalmente síntomas psicomotores. Deriva de una situación de estrés continuado y se da en personas extremadamente autoexigentes, para las cuales cualquier situación se convierte en estresante, o en individuos sometidos a tensiones constantes.
Abordar el problema
El doctor Martín Pérez ha llevado a cabo recientemente un estudio de prevalencia de trastornos mentales en la comarca del Marquesado (Granada) en el que se concluye que un 4% de la población sufre distimia, lo que representa el 10% de todas las patologías mentales detectadas y la mitad de los trastornos afectivos. Los datos apuntan que éste es el trastorno mental aislado más frecuente.
La distimia se engloba dentro de las depresiones y éstas tienen una prevalencia estimada del 30% de las consultas de Atención Primaria, aunque su detección y tratamiento sólo alcance el 15% de ellas."El médico de familia es la puerta de entrada al sistema sanitario, al menos en Andalucía", confirma desde su experiencia Martín Pérez. Informes de la OMS llegan más lejos: sólo el 10% de estos pacientes llega a las consultas psiquiátricas especializadas, es decir, que el 90% son tratados por médicos generales.
Quienes padecen distimia no consideran su estado de ánimo como algo patológico; culpan a circunstancias desfavorables, al trabajo o a sus relaciones de pareja de su irritabilidad y, por ello no acostumbran a consultar su problema. Esta es la explicación, según el doctor Romeu, de que algunos pacientes sean "unos amargados" toda su vida y la causa de que desde su clasificación la distimia se haya asociado a problemas de personalidad. Pero otros distímicos sí llegan a las consultas.
Para el médico de familia, tal y como describe el doctor Martín Pérez, el seguimiento del paciente distímico no está exento de dificultades, debido fundamentalmente a su cronicidad y a la presencia en muchas ocasiones de rasgos de personalidad y factores psicosociales alterados. "Los pacientes se muestran muchas veces malhumorados, pesimistas en relación a la evolución de la enfermedad, y con una autoestima baja". Cuando estos rasgos se asocian a malos resultados terapéuticos (generalmente apreciados subjetivamente por parte del enfermo y como parte de las cavilaciones y sentimientos de desesperanza que le acosan) pueden generar en el médico cansancio y rechazo. El médico de familia debe ser consciente de ello y evitar la inhibición en el tratamiento de estos enfermos, añade.
Gran probabilidad de mejora
Las personas con este trastorno pueden ser tratadas mediante psicoterapia, "es lo más deseable" dice el psicólogo López de la Llave. Con todo, el doctor Marín Pérez opina que "no todos los enfermos tienen la capacidad de introspección necesaria". Para este facultativo, "con un tratamiento correcto de base, 3 de cada 4 pacientes presentan mejoría significativa y los antidepresivos hoy constituyen un arsenal terapéutico de primer orden, con muy pocos efectos secundarios". También el doctor Romeu quiere recalcar que el empleo de los antidepresivos modernos, lo que él llama "tratamiento biológico", soluciona el problema en más de un 70% de los casos.
El psiquiatra explica que orgánicamente el fallo en los mecanismos de regulación del estado de ánimo se debe a un déficit de uno de los neurotransmisores cerebrales, la serotonina. Los trastornos relacionados con el déficit de serotonina (la anorexia, la depresión o las fobias, entre otros) pueden afectar al 30% de las personas. La distimia sería el más frecuente de ellos, es menos grave, pero su particularidad de perpetuarse en el tiempo la convierte en muy molesta.
La psicoterapia enseña a los pacientes a afrontar un problema que "no necesariamente ha de ser tratado con fármacos". Ésta es la opinión de alguien como López de la Llave que se apoya en las terapias cognitivas (basadas en la percepción de los eventos) y de control de los estímulos para ayudar a los pacientes "a salir del bache". Como complemento, este profesor de Psicología de la UNED, propone "casi cualquier actividad de ocio que resulte placentera para la persona afectada, porque ello influirá favorablemente en su estado de ánimo".
El ejercicio físico ocupa un lugar muy importante dentro de las actividades recomendadas por López de la Llave, siempre que resulte agradable para la persona en cuestión. "La práctica física genera autoconfianza y tiene efectos de mejora biológica (musculación, adelgazamiento, flexibilidad, fuerza, resistencia, capacidad respiratoria...) que también son positivos. Además, genera endorfinas, hormonas que nos hacen sentir bien, aunque para notar su efecto es preciso hacer ejercicio continuado durante al menos 3 meses y unas tres veces por semana".
Juan Romeu no duda de la capacidad generadora de la serotonina y las endorfinas del deporte. Sin embargo, confía plenamente en los tratamientos farmacológicos y cree que para sustituirlos serían necesarias 6 u 8 horas diarias de ejercicio. A su juicio, para curar la distimia se precisan al menos 18 meses, cuantos más años y episodios tiene el paciente, más tiempo se requiere para su mejora. "Lo más aconsejable es la combinación de psicoterapia y medicamentos", concluye este experto."

lunes, 22 de diciembre de 2008

No me va a tocar la lotería.

Aquí estoy, pasando la mañana viendo u oyendo, mejor dicho, el sorteo de lotería de Navidad. Este sorteo que a mi seguro que no me va a tocar. No me va a tocar más que nada porque no he comprado. Bueno, miento, compré un boleto de la mítica Doña Manolita de Madrid un día que estabamos por allí Manés y yo. De todos modos, como no confío en estas cosas, sé que mi número no va a salir, ¡qué le vamos a hacer si ya voy predispuesta a que no me toque!
En cierta ocasión leí que la suerte no se tiene sino que está ahí para cualquiera y hay que buscarla; buscar la suerte o hacer algo para tener suerte, para mi es trabajo; ¿vaya manera de tener suerte es esa? Pues yo creo que no, creo que hay gente en el mundo que tiene suerte y hay otra que simplemente no la tiene. Si no tienes suerte lo único que te queda es trabajar, cuesta bastante más conseguir las cosas y muchas veces no da los frutos que cabría esperar, pero es lo que hay.

martes, 16 de diciembre de 2008

Postal.


Pese a que me resistía a ello, me ha tocado poner el árbol de Navidad y el Belén. Hemos tardado mucho, pero la insistencia de Víctor casi nos ha obligado. Bueno, no comento nada, únicamente pongo mi postal de este año, para quien le haga ilusión.

viernes, 12 de diciembre de 2008

De nuevo Navidad.

A pocos días de Navidad siempre me ocurre lo mismo. El bajón que me pega es terrible. No sé si me pongo de mal humor porque no me gusta nada, o por el contrario, como me encuentro tan mal no tengo más remedio que aborrecer la Navidad. Es más, me sienta hasta mal que nadie a mi lado esté feliz porque lleguen estas fechas, por eso, prefiero no salir de casa. Al final esto no es más que el pez que se muerde la cola, pero no lo puedo remediar. Bueno, este año lo estoy llevando mejor que cualquier otro porque en casa nadie tiene espíritu navideño. Hasta Víctor pasa de poner adornos y pedir nada a los Reyes Magos, él también se está haciendo mayor.
Para ser sincera, Navidad me hacía ilusión cuando estaba ocupada. Eran unas magníficas vacaciones en mitad del frío y duro invierno en las que podía cargar las pilas, ahora que todos los días son martes, no sirven ni para romper con la rutina. Pues muchas gracias.
Mi navifobia no es nueva ni tiene su origen en la tristeza de sentir que falta mucha gente, ni en la añoranza de la infancia (estos sentimientos pueden sobrevenir cualquier día del año), creo que nace del estrés que genera en todos y cada uno de nosotros, y en esa exigencia de estar en armonía con todo el mundo. Pues no, ya veré yo cuándo las circunstancias requieren poner la cara de fiesta y hacer oídos sordos y ojos ciegos... pero ahora no.
Sin embargo hay dos cosas que me gustan de estas fechas, pero porque me gustan todo el año. Una es las luces de colores, si bien algunas son horribles y diseñadas con muy poco gusto, hay que reconocer que mejoran notablemente el ambiente. Además es adecuado que no estén siempre colocadas para que no ocurra lo mismo que con la armonía de las esferas. Cualquier sitio observado desde la oscuridad de la noche, iluminado oportunamente, es otro lugar mucho más impresionante si cabe. Y la otra cosa que me agrada son los regalos. Me encanta regalar y no sólo en estas fechas. Los que están cerca de mí son testigo de que no necesito ningún motivo para hacer un regalo, para lo cual no hay que gastarse grandes cantidades, a veces nada, sólo hay que esforzarse un poquito y saber escoger. Me ilusiona ver abrir un regalo.
En fin, aunque parece que estas Navidades van a ser distintas, presiento que al final serán como las de todos los años, mucha pandereta, mucho turrón y muchas ganas de mudarme de planeta.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Nevando.

En estos días de frío, mucho frío y algo de nieve, me acuerdo de lo bien que lo pasabamos cuando eramos pequeños. Era lo mejor que podía pasar en todo el triste y aburrido invierno. Nos pasabamos el día viendo nevar, pero no desde la ventana de casa, sino desde la calle empapándonos de lo lindo. En cuanto veíamos caer un copo estabamos preparados para hacernos un trineo ¿pero qué eran esos trastos en los que nos montabamos? Nos hemos tirado por todas las cuestas del pueblo, y si nos las pisaban mucho ibamos a por agua para que durase el hielo. Creo que nos hemos tirado con sacos, con bolsas, con ruedas de neumático, con las chaquetas, incluso con un carrito de bebé que usaron Manés y Vero. La historia del carrito es genial. Recuerdo que por entonces comíamos Manés, Juanjo, Vero, Juan Luís y yo en casa de la abuela Perpe. Subimos al desván y encontramos nuestro gran trineo. Lo primero era sacarlo de la casa sin ser vistos. Difícil porque la abuela estaba al acecho, no nos quitaba un ojo de encima, normal con lo pieza que eramos... Bueno, el caso es que lo sacamos de allí. Entonces le quitamos las ruedas y conseguimos dejalo sólo con la base. Eran unos hierros imposibles en los que había que tratar de poner un freno. ¡Cómo era ese freno! una tabla enganchada con un alambrito, que se supone que al tirar raspaba el suelo, pero que no frenaba nada. El freno sólo servía para que el carri-neo diera una vueltas de campana impresionantes. Nos duró media tarde, o menos. Pero fue genial. Obviando las míticas guerras de bolas, que yo nunca logré compactar lo suficiente, el mejor fin de semana que recuerdo es uno en el que eramos un montonazo de gente haciendo competición de sacos en la cuesta del Ayuntamiento. En cada saco ibamos unos cuantos, el último empujaba y se tiraba a la brava sobre los demás. Aquellos sacos eran imposibles de manejar. Se torcían, dabán vueltas, no avanzaban...en fín un desastre. En una de estas carreras, justo en la que mejor ibamos el saco empezó a girar y yo que iba la última me partí la rabadilla contra un bordillo de la calle. ¡Qué dolor! Pero que risas. Me parece que el moratón me duró todo un mes, y la rabadilla ahí sigue, rota, pero como la de un 80% de la población, porque parece ser que es un hueso que se rompe muy fácilmente.

Ahora que ya no nieva como antes y que todo el mundo está deseando irse a esquiar, a mi no me apetece nada más que recordar mis inviernos de cuando eramos pequeños. Es que me gustan hasta los estilismos que nos ponían para que no nos mojáramos y no pasáramos frío. Mucho mejores que los impermeables, los térmicos, el gore-tex y todo lo que van inventando. Tampoco es eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero ese sí fue muy bueno...lo único malo es que nos faltaba Víctor.

Para que quede constancia de ello nada mejor que esta foto.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Reconciliándome con la humanidad.

Este viernes por fin sentí que las cosas empezaban a volver a su sitio. La verdad es que no ocurrió nada especial, pero dentro de mi sentí que el tiempo no había pasado y que todo estaba donde lo habíamos dejado hace un tiempo, antes de todo este rollo de malos entendidos y movidas raras. Si bien es cierto que he notado que las posiciones de cada uno están más claras que nunca, para mi, todo seguía igual que siempre. Necesitaba que esto ocurriera, sólo ha sido un paso, una sensación, pero tengo el pálpito de que poco a poco esta espiral volverá a girar en su sentido.
Por tanto, reconfortada y reconciliándome con la humanidad.