Erase una vez un pueblo. Un pueblo maravilloso, pero con nos cuantos individuos de muy dudosa honorabilidad. Y es que es así, hay que asumir que hay gente buena, mala y muy mala. Mil veces lo he dicho y lo seguiré diciendo: de todo hay en la viña del Señor (si es que hay Señor...) lo que pasa es que muchas veces cuesta verlo y asumirlo.
Todo esto viene a cuenta de un enfrentamiento que se ha producido recientemente, pero que tenía que haber ocurrido hace mucho tiempo. Hemos aguantado demasiado y de eso se han aprovechado estos hijos de su madre. El colmo de la desfachatez es que encima saben dar la vuelta a la tortilla de tal manera que pretenden que la historia sea al revés. Pueden intentarlo como quieran, no conseguirán hacer quedar por malos a los que no lo son, porque hay que ser inteligente para hacer esas cosas y desde luego que no les llega para tanto. No me gusta subestimar a la gente, pero en este caso no tengo más remedio que hacerlo.
Nunca he tenido afán de venganza, ni de revancha, pero en ciertos momentos me fastidia que la vida no sea justa y ponga a cada uno en su sitio. Dicen que el tiempo pone a cada cual en su lugar, pero no sé yo, no lo acabo de ver. Más bien me parece que muchos se van de rositas, aunque no sé...tal vez actúen así porque su vida es un valle de lágrimas y viven amargados.
Bueno, ¡qué voy a hacerle! A lo mejor hay otra vida y en ella fui muy mala y por eso en esta me toca llevarme estos palos. En caliente no pueden tomarse decisiones y menos a tan largo plazo, por eso no voy a decir nada sobre qué haré el próximo año cuando lleguen las elecciones. Sólo tengo muy claro que con esa gentuza no voy yo ni a la vuelta de la esquina, les dejo todo "su partido" para ellos.
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