He escrito muchas veces sobre el llanto, sobre las lágrimas y sobre todas esas sensaciones que a uno le sobrevienen cuando tiene ganas de llorar y sobre todo cuando se abandona al lloro.
Llevo meses llorando casi todos los días, por motivos distintos y diversos, pero hace mucho que no escribo sobre ello.
Justamente hace unos días, como cada viernes, leyendo blogs, descubro en el maravilloso El Fémur de Eva, el Elogio del llanto. No puedo estar más de acuerdo y sentirlo como mío, como escrito por mí; si bien no hubiera podido expresarlo mejor.
Elogio del llanto
Soy mucho de llorar. No de lágrima fácil, no. O de pucheritos. Hablo de llorar...
Eso que te salen goterones por los dos ojicos que te corren salados como olas para abajo y que te van a confluir con el cauce de los mocos que, no me preguntes porqué, fluyen en el mismo sentido en el espacio y el tiempo. De ese llorar. Del que te brota rotundo del alma cuando se te rompe por esto o aquello. Antes era más de hacerme la fuertorra y aguantarme las ganas con los puños apretados a la orden de ¡aquí-no-sale-ni-una-lágrima-arrrr!... Más de desatarme el nudo de la garganta perpetrando acciones cuyo resultado provocaban más efectos secundarios que los causados por el sofocón (una tarjeta de crédito temblando, una discusión por nada ‘contra’ quien más confianza tenía para acabar llorando ‘por su culpa’, o una elección errónea de compañía...). Hasta que un día me desaté... Y noté que dormía mejor, respiraba mejor, me relacionaba mejor, y hasta digería mejor después de haberme permitido las lágrimas en la proporción al daño que sentía (proporción muy particular, pues cada uno se daña a su manera y no dan manual de instrucciones al respecto). Así me hice de llorar... Sola, con motivos, con ganas, y con tiempo por delante para no tener que ir a ningún sitio con extra de 'tapacubos' (corrector de ojeras) o con el rollo de la 'conjuntivitis dichosa' (aunque si lloras en ángulo de 45 grados al suelo, las lágrimas van directas al pavimento y se nota menos). Las primeras veces me daba pánico lo que sentía, creía que me iba a ahogar, literalmente, en el llanto. Y necesitaba llamar a alguien. Para que me salvara, claro. Pero como también soy mucho de seguir las señales del miedo (lo que más aterra es lo que más se necesita aprender casi siempre) pensé que era mejor llorar sola. Cuanto más miedo sentía, menos levantaba el teléfono (sabiendo que tenía a quien llamar si no era capaz de soportarlo). Y noté como cedía el llanto en la medida en que me hacía cargo de él, lo identificaba con su causa, y lo permitía. Y cedía también el dolor. Y el miedo...
Los puentes como estos son muy buenos para llorar sin prisas... Cuando todo el mundo se va de vacaciones y te quedas con un montón de horas por delante en las que puedes entrar y salir de ti misma/o según te convenga... Ojo, hablo todo el tiempo del llanto como curación. No como patología. No como estado de ánimo en el que quedarte como una centrifugadora más de lo necesario. Hablo de llorar para seguir avanzando, y aprendiendo, y viviendo, y volviendo a llorar claro... Pero por otros motivos y con la certeza de que la vida tiene esa parte más difícil y que, a veces, daña, pero sabiendo que siempre es mejor notarla que contemplarla envuelta en celofán por si te deja cicatrices. No pasa nada por llorar. Si lo piensas bien, el llanto es sólo agua salada que sale de tu cuerpo, como lo hacen con total normalidad otros fluidos que podrían enfermarte si se atascasen. Lo que realmente tendría que dar pavor es no sentir... Creo que se puede aprender mucho de las lágrimas: antes, durante y después de ellas. Pueden resultar de gran ayuda para “andar el camino viejo como si fuese nuevo”, como dice el proverbio, cualquiera que sea el camino elegido. Tengo la certeza además de que saber qué te hace llorar y por qué, te convierte en alguien más independiente, más capaz, más fuerte, más ‘persona’, y mejor compañera/o de viaje para los demás. Sólo necesitas quedarte a solas y en silencio un rato. Y prestarte atención. Y no asustarte de ninguna emoción. Relajarte y aprenderte. Y luego seguir caminando. O bailando, que es más divertido :-)
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