viernes, 12 de diciembre de 2008

De nuevo Navidad.

A pocos días de Navidad siempre me ocurre lo mismo. El bajón que me pega es terrible. No sé si me pongo de mal humor porque no me gusta nada, o por el contrario, como me encuentro tan mal no tengo más remedio que aborrecer la Navidad. Es más, me sienta hasta mal que nadie a mi lado esté feliz porque lleguen estas fechas, por eso, prefiero no salir de casa. Al final esto no es más que el pez que se muerde la cola, pero no lo puedo remediar. Bueno, este año lo estoy llevando mejor que cualquier otro porque en casa nadie tiene espíritu navideño. Hasta Víctor pasa de poner adornos y pedir nada a los Reyes Magos, él también se está haciendo mayor.
Para ser sincera, Navidad me hacía ilusión cuando estaba ocupada. Eran unas magníficas vacaciones en mitad del frío y duro invierno en las que podía cargar las pilas, ahora que todos los días son martes, no sirven ni para romper con la rutina. Pues muchas gracias.
Mi navifobia no es nueva ni tiene su origen en la tristeza de sentir que falta mucha gente, ni en la añoranza de la infancia (estos sentimientos pueden sobrevenir cualquier día del año), creo que nace del estrés que genera en todos y cada uno de nosotros, y en esa exigencia de estar en armonía con todo el mundo. Pues no, ya veré yo cuándo las circunstancias requieren poner la cara de fiesta y hacer oídos sordos y ojos ciegos... pero ahora no.
Sin embargo hay dos cosas que me gustan de estas fechas, pero porque me gustan todo el año. Una es las luces de colores, si bien algunas son horribles y diseñadas con muy poco gusto, hay que reconocer que mejoran notablemente el ambiente. Además es adecuado que no estén siempre colocadas para que no ocurra lo mismo que con la armonía de las esferas. Cualquier sitio observado desde la oscuridad de la noche, iluminado oportunamente, es otro lugar mucho más impresionante si cabe. Y la otra cosa que me agrada son los regalos. Me encanta regalar y no sólo en estas fechas. Los que están cerca de mí son testigo de que no necesito ningún motivo para hacer un regalo, para lo cual no hay que gastarse grandes cantidades, a veces nada, sólo hay que esforzarse un poquito y saber escoger. Me ilusiona ver abrir un regalo.
En fin, aunque parece que estas Navidades van a ser distintas, presiento que al final serán como las de todos los años, mucha pandereta, mucho turrón y muchas ganas de mudarme de planeta.

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