Es sorprendente la cuestión del aprendizaje. (Y para no aburrir, omito aquí todas las teorías que hay sobre el tema de gente como Piaget, Watson, la Gestalt,...) Cómo uno aprende, lo interioriza, no es consciente de sus conocimientos (porque residen allá, en eso que llaman memoria a largo plazo) y el día menos pensado vuelven a hacerse presentes. Los conocimientos, los buenos de verdad, los del "saber cómo" o el "saber por qué, son como los amigos de verdad que están ahí cuando los necesitas, incondicionalmente presentes, nunca te fallan. Si fallan es que no son auténticos amigos, perdón, quería decir conocimientos. Bien es cierto en ocasiones hay que esforzarse un poco para que vuelvan a la cabeza, y por consiguente a la boca o la mano. A esos grandes "sitios" del ser humano (otra cuestión sobre la que tengo que escribir: la relación pensamiento-inteligencia- boca-lenguaje- mano...interesantísimo).
El caso de esta introducción viene a que cada día me resulta más gratificante el dar clase a un escolar. La razón es bien sencilla: continuamente estoy trayendo al presente los conocimientos adquiridos en el colegio. Esos de los que uno no es consciente y que siempre piensa que los ha olvidado. En serio, yo que siempre he sido una negada para las matemáticas, aluciné el día en que me puse a hacer una raíz cuadrada, después de muchos años y muchos libros de otros temas leídos, y oh sorpresa me salió, me acordaba. La sensación fue maravillosa, porque no sólo me acordaba, sino que además era mucho más consciente de la racionalidad que reside en la propia operación. Un auténtico placer, vuelvo a repetir. Lo mismo me ocurre con la lengua, con la historia, con las ciencias, etc. Genial recordar todo aquello con la ventaja añadida de que en edad adulta somos más conscientes de ello y estructuramos todo mucho mejor, más racionalmente.
Encantada de descubrir que soy un ejemplo de lo que en pedadogía se llama apendizaje significativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario