miércoles, 4 de marzo de 2009

Quedarse en casa.

¡Madre mía!, en qué pueblo vivimos. No hay día en el que no ocurra algo de lo que hablar...por supuesto negativo. Y es que aquí hasta el más pintado resulta que sabe de leyes más que un juez. Vuelvo a decir que respeto sobremanera la libertad de opinión y creo en la inteligencia de cada uno de los individuos (acto de generosidad por mi parte), si bien, no paso por que me hagan creer que son ahora la crema de la intelectualidad (ja, ja, ja). ¡Qué lástima moderse uno la lengua continuamente! ¡qué rabia obligarse uno siempre a ser políticamente correcto! ¡qué pena hacer un constante ejercicio de diplomacia! ¡menuda putada ser educado!. Yo quiero por una vez en mi vida ser descortés, mal-educada, ordinaria, chabacana, hiriente, sádica, y muchas más cosas que se me ocurren. Y no quiero serlo para siempre, ni por venganza, porque sé que luego me sentiría fatal.
Lo fácil es quedarse en casa, no implicarse en nada y dejar que sean los demás lo que hagan las cosas; y poder criticar a diestro y siniestro sin tener que asumir ninguna responsabilidad ni consecuencia, faltaría más. ¿Por qué no puedo concebir la vida desde la barrera, sin implicaciones, de un modo puramente egoísta, haciendo lo mismo que todos esos gilipollas?

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