No se me ocurre ni como empezar a escribir. Observo que tengo el blog un poco olvidado, y que las últimas entradas que tengo son canciones de YouTube. Vaya vagancia, poca originalidad y falta de imaginación.
El caso es que por un lado es buena señal que no haya entradas nuevas. Me explico, desde el principio este blog nació como medio de terapia, de desahogo; y que no tenga nada que escribir es indicio de bienestar anímico. No obstante hay todavía flecos sueltos que me tienen un tanto intranquila. No todo es un jardín de rosas, tengo un come-come que no me acaba de dejar en paz, pero bueno, lo afronto de otra manera.
¡Qué diferencia de invierno! Nada que ver con el pasado, afortunadamente. Poco a poco de todo se sale, aunque sea precisamente haciendo lo contrario, quedándome en casa, y tomándome tiempo para ver las cosas con perspectiva y reflexionando.
Este cambio de actitud y bienestar es fruto de distintos factores. Por no extenderme en argumentos, enumeraré únicamente cuatro factores que para mí han sido determinantes. El orden en este caso no tiene que ver con el nivel de importancia, no es una jerarquía. Por un lado tengo que hacer mención a esa historia, que no sé cómo catalogar, que me hizo volver a ilusionarme. El resultado, como siempre, no fue el que esperaba, acabó en nada, frustrada, para no variar; pero fue el principio de mi resurrección. Por otro lado está el trabajo. Ese trabajo que me está llevando de la Ceca a la Meca, pero que me tiene ocupada, entretenida, satisfecha y realizada. Dignifica al hombre, sí señor. El hecho de que mi hermana por fin se haya instalado en su casa nueva, me tiene bien contenta. No nos vemos demasiado, sólo cuando estamos desocupadas o coincidimos, pero ahora sí que la tengo ahí. Y por último, pero como he dicho antes, no menos importante, tengo que hacer hincapié en mi Auro. Siempre ha estado apoyándome y ayudándome en todo lo que he necesitado, y en todo lo que ha podido. También tengo que recalcar que ha sido ella y sólo ella quien se ha echado todo a las espaldas y se ha atrevido a sentar a todo el mundo en la misma mesa; para bien o para mal. Para mí, creo que ha sido para bien, o para mejor; aunque me consta que hay quien opina que ha sido peor y hasta se lo achaca. Allá cada cual. Le debemos una, por lo menos, así lo siento yo. Espero, esta vez sí, saber comportarme como se merece y, de alguna manera, devolvérselo.
En fin, querida distimia; sé que me vas a acompañar durante el resto de mi vida; pero por ahora, quédate donde estás, que estás muy bien y yo también.
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