Desde luego este enero de 2012 ha sido bien convulso; cada día ha parecido una etapa distinta de la montaña rusa. Ya lo preveía y lo anticipé cuando di la bienvenida a este nuevo año, habrá de todo un poco; lo que no imaginaba es que fueran a ocurrir tantas cosas tan intensas en tan poco tiempo.
Los Reyes llegaron con un sustazo terrible del que todavía nos estamos recuperando. No se entiende cómo un bebé tan chiquitín y tan protegido y cuidado puede enfermar así sin más. A Dios gracias, se ha quedado en un mal recuerdo y que todos hemos recobrado la normalidad.
Casi simultáneamente a este contratiempo recibí una noticia y la contraria. Resulta que por un acaso de esos que, de vez en cuando, ocurren he conseguido la plaza de profesora que me va a tener ocupada, con una cierta rutina, hasta final de curso. Enterarme de que no había logrado la plaza me dejó chafada, desilusionada y con ganas de abandonar el camino. Estaba preparando mi plan de huida, mi escapada a poner mi mente en claro cuando se produjo este giro. Desde ese jueves todo ha sido ir y venir, correr de un sitio a otro, conocer carreteras nuevas, caras nuevas, nombres nuevos; en definitiva, más aulas y alumnos en mi vida.
El caso es que entre unas cosas y otras, y todas tan repentinas, el estrés se ha apoderado de mi ser; porque, además, quiero y necesito compaginar todo esto con lo que ya tenía en mi agenda; siempre y cuando pueda responder como debo...
Ahora con este agotamiento mental pero, ante todo, físico estoy comiendo mejor, estoy durmiendo como siempre... y estoy pensando poco. Por no pensar he metido un pelín la pata y, ahora, sólo espero centrarme cuanto antes, olvidarlo, volver a mi ser y dejarme de tonterías que luego me hacen daño, no conducen a nada y me acaban pasando factura durante mucho tiempo. Es lo que tiene ser tan emocional.
Pasó enero y ya estamos en febrero, a ver qué nos depara el mes en el que Sabina saca nuevo disco (aunque he de decir que me tiene contrariada) y yo cumplo 32 años.
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